En “el San Isidro de zona sur”. Pequeños cafés, bares y restaurantes dan forma a un circuito con aires de barrio
“En cualquier parte del mundo en que me encuentre cuando siento el olor de los eucaliptos, estoy en Adrogué. Adrogué era eso: un largo laberinto tranquilo de calles arboladas, de verjas y de quintas”, escribió Jorge Luis Borges acerca del lugar donde transcurrieron los veranos de su infancia. “Muchos argumentos, muchas escenas, muchos poemas que he imaginado, nacieron en Adrogué o se sitúan en ella. Siempre que hablo de jardines, siempre que hablo de árboles, estoy en Adrogué”.
En efecto, el paisaje tranquilo, de tardes con ritmo de siesta y noches perfumadas por los eucaliptos, invita al paseo por las diagonales que dan forma a la parte más antigua de este barrio. Sus calles adoquinadas y arboladas convergen en un puñado de plazas –la central Almirante Brown y sus satélites Azopardo, B...